Por Martín Cruz R.
Afectado por una severa crisis de nostalgia a raíz de presenciar una película versión on line, sentí el deseo de redactar unas líneas sobre aquella maravillosa época de la Secundaria, que aunque no existían los teléfonos celulares, las video llamadas, las redes sociales y las comunicaciones al instante, me gustaría volverla a vivir, y aprovechar ese agujero en el tiempo para tomar aquella foto en grupo en el último pase de lista que hace mucha falta en nuestro baúl de los recuerdos.
Aunque el firmamento siga siendo el mismo y el sol siga saliendo por el este y ocultándose por el oeste, aquellos días eran otros tiempos, era el tiempo de la música disco, de las grabadoras, del casete, de Nadia Comaneci, de Fiebre de Sábado por la Noche, de otros acontecimientos políticos, sociales y economices, no había agua embotellada, ni cajeros automáticos, ni oxxos en cada esquina, ni drones, ni selfies, y mientras el mundo daba vueltas en aquellos años para que la vida fuera posible, había un maestro de apellido Hyadam, que nos calificaba con tediosas lecciones escritas y que acostumbraba a decir irritado cuando algún alumno quisquilloso violentaba el orden del aula, “se me para y se me sale”.
Hablar de aquella época maravillosa es hablar de tantos recuerdos que se forjaron al calor vivo del estudio, el juego y la amistad, y a casi cuatro décadas de que estuvimos todos juntos en la última asignatura en el melancólico verano de aquel 1979, los recuerdos que más saltan a mi memoria no son las horas practicando el futbol, el volibol o el basquetbol, en el cuartel o en el parque Méndez para lo cual teníamos que caminar hasta allá, ni los diez minutos que nos daban en cada hora para ir a la cooperativa o el relax, ni las horas en el taller y en los laboratorio de física, química y biología, tampoco las materias que llevábamos de mañana y tarde pues lo recuerdan teníamos el horario quebrado y había que regresar a clases por la tarde.
Sino aquellas alegres horas sociales un día antes de irnos de
vacaciones de invierno y entonces poder escuchar a Saldívar cantar a todo pulmón, “La Ley de Monte”, a Lubin con su voz de barítono, “Por una Sonrisa Tuya”, a Barrios en compañía de Triny y Angélica no me acuerdo quien más, entonar mientras se meneaban suavemente la canción de moda, “Noches de Verano” con su aquella entonces moderna grabadora por un lado, a Ibargüengoitia decir sus ocurrentes chistes, pero sin que se ofendan, los o las demás, a la que más me gustaba escuchar era a López Naranjo con su voz aguda y milimétricamente afinada la canción de Llegando llegaste, todo esto mientras el salón era el mayor de los escándalos.
Tal vez ya no tengamos los mismos gustos y hasta
tengamos diferentes formas de pensar, así como muy diferentes actividades, ni volvamos a coincidir más de uno, por solo un minuto en la vida, pero tenemos algo en común que perdurará por siempre en nuestro interior tres años de convivencia en el inicio de nuestra juventud, que de alguna manera marcaron nuestras vidas y nuestros sueños.
Quizás soló hizo falta la cereza en el pastel de aquellos indelebles recuerdos, la foto de todo el grupo, de aquel pasado joven, que tanto evocamos y que al mismo tiempo añoramos y que, “pienso por todos”, nos gustaría volver a vivir.
En honor a la generación 76-79 grupo, "A", de la escuela Secundaria Federal 1 Francisco Nicodemo, de Tampico, Tam, en especial para Laila, Fernando, Fabricio, Eladio y Angelica Pérez, que ya ocupan un aula en el cielo a donde tengo la convicción iremos algún día, para regresar al paraíso de la juventd, "La Secundaria"..........